domingo, 23 de septiembre de 2012

Que tal si asumimos que podemos comunicar, compartir y ante todo aprender de los otros? Que tal si le damos vida a este espacio académico. ¿Cómo ven? ¿Le entramos?

domingo, 27 de septiembre de 2009

EJE PSICOPEDAGÓGICO - SOMBRERETE

QUE TAL COMPAÑER@S MAESTR@S.
EN ESTA OCASIÓN QUIERO COMPARTIR UN TEXTO QUE ME PARECE ATRACTIVO POR LA FORMA EN QUE SU AUTOR LO MANEJA; DE UNA MANERA SENCILLA Y REFLEXIVA. OJALÁ PUEDAN LEERLO Y COMENTARLO.

SALUDOS

HERIBERTO

Somos Mentirosos, Maniacos, Compulsivos y También Maestros...

Carlos Alberto Juárez Navarro
Maestría en Educación
Eje Psicopedagógico
Sombrerete, Zac.
Septiembre 2009


Satanizar las culpas no ayuda…
pues hay culpas que nos ayudan.
Saber reconocerlas y descubrir
de dónde nacen es algo
fundamental para poder tratarlas.
Osho

Dentro de la formación docente, no existe lugar para el error. Sin embargo, unos de los puntos del proceso educativo, es aprender del error. Es histórico el hecho de que el maestro es una especie de ente infalible y todopoderoso. A favor tenemos algunos aspectos sociales que han cambiado, porque eso de ser la segunda mamá o llevar la actividad docente como un sacerdocio, aleja (y alejó bastante) el enfoque de la actividad misma (eso creo yo); aún así, los padres de familia, directores, maestros, enfatizan el hecho de que en educación no se puede fallar. No se admite el error, el fracaso y el reconocimiento de que algo pueda no salir como lo esperado (planificado, dosificado, cronometrado, etc.). La educación (y los maestros) no deben fallar jamás. ¿A quién demonios se le ocurrió decir esto?
Recuerdo a un profesor de un curso de capacitación, psicólogo él, comentaba que una de las principales causas por la que la mayoría de los docentes sufrían problemas psíquicos (no sé si sería correcto aquí decir psicológicos o psiquiátricos) se centraba en que los habían educado para el éxito.

Dentro de la formación docente tampoco se analizan casos en los que tal o cual didáctica, método o estrategia puedan fallar. Es así, lo aprendiste así, lo aplicas de este modo y tiene que resultar; de otra forma significa que lo aplicaste mal, no hiciste todo lo necesario para tener resultados positivos, no se implementaron estrategias adecuadas a la situación… en fin, la culpa de todo, la tiene el maestro.
Lo bueno de ser maestro en un país como México, es que puedes sentarte tranquilamente a comer una bolsa de palomitas mientras ves pasar, ante tus ojos, los acontecimientos sociológicos más alucinantes que el ser humano ha concebido en un millón de años de evolución inteligente. Y el acontecimiento que más me impresiona es el del maestro. El maestro en México es un tipo que como su propio nombre indica, es obviamente, “un maestro”. Lo es de una forma absoluta e independiente de cualquier consideración que nosotros, seamos capaces de plantear. El maestro es un compendio de sabiduría que esgrime benévolamente más allá del bien y del mal, del ser y del estar, del título universitario o de la convalidación académica correspondiente. El maestro sabe. Eso es todo.
¿Y qué sabe? Pues más bien nada, para qué vamos a engañarnos. Pero el maestro no se amedrenta fácilmente. El maestro tiene cuerda para rato y labia para parar un tren. ¿Por qué? Por esto: Porque la simple palabra maestro induce poder. He ahí el fenómeno sociológico que yo estaba contemplando mientras daba cuenta de mi bolsa de palomitas.

Sí, esa es la palabra mágica: maestro. Lo que sí hay que reconocerle al maestro (las cosas como son), es que tiene una elocuencia a prueba de bombas. Acaba contigo por agotamiento. Palabrería y palabrería y más palabrería. A falta de ciencia, buenos rollos. Y a nosotros los mexicanos, reconozcámoslo, se nos cae la baba con la palabrería.
Y marcando este panorama, viene la lectura de la culpabilidad de Andy Hargreaves, el cual nos muestra una dimensión poco estudiada y poco teorizada en el mundo educativo: los sentimientos de culpa en los maestros. El texto muestra el lado psíquico de un maestro, las preocupaciones y emociones que experimenta el maestro durante su trabajo áulico. Durante nuestra vida, vivimos una serie de emociones muy variadas, pero por lo menos dos de ellas podríamos catalogarlas como inútiles: la culpabilidad y la preocupación.
Lo único que hacen es que desperdiciemos nuestro tiempo y nuestra salud. La primera de ellas está relacionada con el pasado, y la segunda con el futuro. La primera de ellas lo que hace es que nos quedemos inmovilizados por culpas del pasado, mientras que la segunda nos inmoviliza por algo sobre lo que no tenemos control. Ambas lo que provocan es hacernos sentir inquietos en el presente. Algo que vemos en las caras y en las palabras de muchas personas que nos rodean es alguno de esos dos sentimientos: bien culpabilidad por algo que hicieron en el pasado o bien preocupación por lo que les pueda llegar a pasar en el futuro.
Estos dos sentimientos los maestros los tienen, quizá porque desde pequeños nos han inculcado que si algo nos importa, cuando algo funciona mal, tenemos que preocuparnos y darle mucha importancia. Y de ahí se generan los dos sentimientos.

Virginia Satir, menciona que “…una cosa es aprender lecciones del pasado que nos ayudan a crecer y a desarrollarnos, y otra muy diferente es que ese sentimiento concreto te impida actuar en el ahora”[1]. Argumenta que aunque haya personas que parece que nacen con la culpa, es una elección. “…hay personas que prefieren vivir con ella de forma permanente, otra opción es deshacerse de ella y quedar libre”.[2]
El asunto de todo, ¿Cómo le hacemos nosotros maestros para liberarnos y deshacernos de la culpa? Si por así decirlo, es inherente a la propia práctica educativa. Me gustaría poder responder a estos planteamientos, sin embargo, no creo tener la respuesta acertada y concreta; solo concluiré como nos decía mi abuela cuando alguien tenía un problema: ”No abras tanto la mente, que se te va a caer el cerebro”.



[1] SATIR, Virginia, Vivir para Amar, México, Editorial Pax México, 2005, p. 67.
[2] Idem., p. 98.

martes, 15 de septiembre de 2009

¿Por qué no nos gusta leer y escribir? Autor: Profr. Heriberto Martínez Bautista

INTRODUCCIÓN La actividad técnico pedagógica representa un gran compromiso para quienes estamos involucrados en ella. La actualización y la formación permanente de los maestros es la esencia de quien participa en esta labor. El presente trabajo señala a la lectura y la escritura como habilidades fundamentales en el proceso educativo, además del compromiso de la escuela como institución formadora de ellas. Se plantean también, vicios y actitudes negativas en la práctica de los profesores que impiden el desarrollo óptimo de la lengua; en este caso, que no fortalecen el enfoque comunicativo y funcional que se maneja en los materiales de español en la educación básica. Al estar en contacto con varios grupos de maestros me he dado cuenta del gran problema que se tiene para leer; para comprender e interpretar diferentes tipos de textos. De forma parecida, existe una gran dificultad para escribir. Personas que repiten oralmente lo que está escrito, pero que no entienden o pueden explicarlo con sus propias ideas. Otros son muy buenos para expresarse en forma oral, pero cuando se trata de escribirlo se tienen deficiencias en la elaboración y redacción de textos. Partiendo de la premisa de que no se puede enseñar lo que no se tiene, me atrevo a señalar, desde la autocrítica, que es necesario generar el gusto por la lectura y la escritura como uno de los elementos básicos de nuestra labor como profesores.
¿Por qué no nos gusta leer y escribir? Puede este título resultar una gran paradoja, pues si bien la función de la escuela está encaminada a lograr estos propósitos, resulta contradictorio que se haga este tipo de cuestionamiento. Sin embargo, para estar de acuerdo o no con esta hipótesis, es necesario hacer un análisis de lo que ocurre en nuestras escuelas, con nuestros alumnos, pero especialmente con los maestros para tener una idea con mayor fundamento. Habrá que reflexionar primero acerca de: ¿qué es lo que los maestros leemos?, ¿cuánto tiempo dedicamos a la lectura? y ¿qué es lo que escribimos? Segundo, ¿en qué forma éstas actividades se reflejan en los alumnos que atendemos? Las posibles respuestas nos presentarán un panorama más amplio sobre la situación que se vive en nuestro sistema escolar, pues aunque la reforma educativa tiene el firme propósito de erradicar prácticas pedagógicas anquilosadas, éstas existen aún en la vida cotidiana de las escuelas. Dentro de la labor de asesoría técnico pedagógica, concretamente en el Programa Nacional para el Fortalecimiento de la Lectura y la Escritura en la Educación Básica (PRONALEES), se ha podido observar este fenómeno con cierta frecuencia. Algunos maestros aún siguen utilizando técnicas de lectura y escritura que no favorecen el actual enfoque comunicativo y funcional de la lengua; es decir, se realizan estas actividades sin reflexionar. El llenado de planas, concursos de lectura de rapidez, aprendizaje memorístico de las reglas de ortografía, los ejercicios caligráficos se encuentran aún en la actividad diaria del profesor.[1] Es por ello que, cabe hacer una interrogante a los maestros frente a grupo, a los asesores técnico pedagógicos de cada zona escolar y de los equipos técnicos regionales: ¿de qué manera podemos promover la lectura y la escritura en los alumnos, si en nosotros encontramos grandes deficiencias en estos aspectos? Formar el hábito de lectura y desarrollar la habilidad de escribir es el gran reto que debemos enfrentar desde estos espacios. En los últimos años, se han programado un gran número de cursos y el docente ha sentido la necesidad de actualizarse, o más bien se ha visto forzado por el ritmo que Carrera Magisterial ha implantado. Por este medio muchos maestros comenzamos a tener contacto y a sistematizar la lectura. Sin embargo, tal vez no se haya logrado construir un buen hábito, pues sólo se hace cuando hay un compromiso y se tiene que cumplir. Esto, aunque suene catastrófico decirlo, ya representa cierto grado de avance, aunque todavía existen profesores que su único contacto con la lectura y la escritura son los libros de texto que tienen como auxiliares de su trabajo diario, y la poca escritura se manifiesta en los documentos que les requiere alguna autoridad. Desarrollar la lectura y la escritura es uno de los propósitos que se tienen en el Sistema Educativo Nacional y se enfatiza demasiado en Planes y Programas de estudio, cuando se otorga la mayor prioridad a la asignatura de Español en tiempo y contenidos.[2] Por ello, es necesario repensar la labor docente en lo que a estas actividades se refiere y replantear las estrategias que promuevan un mayor desarrollo en los estudiantes.
LA LECTURA Un gran número de niños y también de adultos aprendemos a leer en apariencia, pero la realidad es diferente, pues poco se entiende lo que se lee. El acto de lectura se realiza en forma mecánica al pasar la vista por lo impreso, pero no se adentra en un proceso de decodificación de las palabras del texto. Para entender lo que se lee, existe la necesidad de procesar el lenguaje, es decir, construir los significados, de forma tal que haya una vinculación entre lo que se conoce y los aportes nuevos que el texto proporciona para interpretar e interiorizar el mensaje. La escuela como institución enfrenta esa grave dificultad, no solo para motivar que los alumnos se acerquen voluntariamente a los materiales escritos, sino también para lograr hacer de ellos, lectores y escritores entusiastas. Es fácil identificar que en la escuela se aprende a leer, ¿leer? Pero leer sin leer, es decir, sin construir significados, sin dotar de sentido al texto con el que se enfrentan los niños.[3] Bajo esta idea se puede analizar el siguiente concepto: “Leer es un proceso cognitivo complejo que activa estrategias de alto nivel: dotarse de objetivos, establecer y verificar predicciones, controlar lo que se va leyendo, tomar decisiones en torno a dificultades o lagunas de comprensión, diferenciar lo que es esencial de la información secundaria. En sí, es un proceso que requiere la participación activa y afectiva del lector” (Solé, 1992-94:90). Muchos niños llegan a la escuela sin un proceso sensibilizador que los haya hecho acercarse a la lectura y la escritura; en gran parte de los hogares de nuestro Estado o bien de nuestra Región, para precisar aún más, no existe el ambiente alfabetizador propicio que vincule al niño con los libros, la lectura y la escritura. Ello de entrada, representa un obstáculo: los libros, ¿qué son?, ¿para qué nos sirven?, ¿qué podemos encontrar en ellos? Preguntas que no solamente habrá que hacer a los niños, sino a los padres de familia y a los propios maestros. Si el niño desde pequeño vive en un ambiente alfabetizador donde se lee y escribe, donde se relaciona con materiales que despiertan el deseo de saber algo sobre la lengua,[4] se favorecerá su desarrollo y gusto por la lectura y la escritura. Sin embargo, llega a la escuela y se enfrenta con una serie de actividades, prácticas, mecánicas y repetitivas en su enseñanza que poco fortalecen su acercamiento a ellos. Por ejemplo: en nuestro medio, se puede observar que en las áreas urbanas algunos hijos de profesionistas llegan a la escuela con un nivel de relación con los textos, un tanto diferente al de los niños de las áreas marginales y rurales, ya que poco acceso se tiene a ellos. La lectura es una acción reflexiva encaminada a la interpretación y comprensión de las ideas que se tienen enfrente en forma de texto. La clave para presentarla a nuestros alumnos es no hacerla ver en forma tediosa y aburrida, sin que le signifique algo y despierte su interés; por el contrario, hay que hacerla sentir como una posibilidad, un medio, un vehículo que puede transportar al lector en tiempo y espacio a la fantasía, al saber, al conocimiento y al placer. La formación del hábito de leer se va adquiriendo paulatinamente, hay que respetar el nivel de desarrollo de cada persona; en este caso de los niños, y comenzar con lectura de textos pequeños, agradables y que se quede claro por qué y para qué se va a leer. Por otra parte, en la escuela constantemente se está evaluando la competencia lectora de los alumnos, pero se dedica poco espacio para enseñar las estrategias necesarias para que se tenga una correcta comprensión.[5] Existe una diferencia entre aprender a leer o leer para aprender, según comenta Solé, esto es: “...cuando leemos para aprender a partir de un texto, la lectura es distinta, más consciente y dirigida, más controlada, más pendiente de un objetivo o demanda externa; los textos presentan un conjunto de particularidades que requieren atención y procesamiento especifico.”[6] Cualquier tipo de impreso, ya sea libros, periódicos, carteles, anuncios, avisos, murales, etc.; son importantes para el lector, pues se convierten en objetos de interés que hay que curiosear y descubrir su contenido. Encontrar su significado y su sentido social lo convierte en una atracción para niños y adultos. LA ESCRITURA El desarrollo de la escritura no está desvinculado de los demás componentes del Español. Un buen escritor debe ser un buen lector, tener habilidades para expresarse correctamente y estar continuamente reflexionando acerca de los usos comunicativos y funcionales del lenguaje. En los Planes y programas de estudio[7] se nos menciona que el aprendizaje de la lengua escrita es un proceso permanente que no termina en algún grado de la primaria; que a mayor contacto con materiales escritos y personas alfabetizadas, el camino será más fácil en la formación de lectores y escritores autónomos. La escritura en la escuela, tal como existe aún en las prácticas recurrentes de muchos compañeros como son los dictados, las copias, la repetición de palabras y oraciones, no permite el desarrollo del niño hacia más y mejores aprendizajes. La ortografía, como uno de los aspectos de la escritura se trabaja de manera aislada en el aprendizaje de reglas, otorgando un carácter pasivo al alumno, a través de la repetición y memorización de palabras por escrito, buscándolas en el diccionario pero sin lograr establecer el por qué y para qué de ello. Sobre la ortografía en los textos, Palacios de Pizani (2000: 23) nos menciona que... “...la ortografía, así como los demás aspectos convencionales de la escritura, también se construye a través de un proceso que no termina en segundo grado, ni en bachillerato, ni aún en la Universidad; forma parte de un conocimiento, del cual nos vamos apropiando progresivamente a través del contacto con la lengua escrita y es por eso lícito que nosotros, maestros, psicólogos y adultos en general, nos planteemos dudas ortográficas que nos obligan, en ocasiones, a consultar el diccionario o a otras personas cuando hacemos uso de la expresión escrita.” La escritura, nos menciona Frak Smith (1993), no sólo es transmitir información, también ayuda a los niños a crear experiencias y explorar ideas, para compartirlas y mostrar su habilidad de escribir; por ello es conveniente crear un diálogo entre el que escribe y quien lee (cuestionar siempre al texto o al escritor, pensar en las posibles dudas y preguntas que el lector haría). Entender que lo que se escribe se puede repensar, alterar e incluso borrar a voluntad. En la escritura se puede manipular el tiempo y el espacio; cambiar el orden de cualquier cosa escrita, escribir en cualquier parte y condiciones. No es necesario aferrarse a escribir con una formalidad normativa siempre; por ello, el escritor debe desarrollarse paulatinamente y no hay que tener miedo a hacerlo, pues los grandes escritores comenzaron con cosas pequeñas. Por otra parte, este autor[8] menciona que muchos de los salones de clase no son los lugares más adecuados para que los niños aprendan a escribir y que la mayoría de los escritores profesionales serían incapaces de escribir en las condiciones físicas y psicológicas en que se espera que lo hagan los niños. Esto debe hacernos reflexionar como profesores y pensar acerca de la forma como brindamos la oportunidad de producir textos en la escuela: tal vez nuestras rutinas pasivas y arcaicas en nada motiven al alumno a escribir. Hasta aquí, se han planteado varios elementos básicos para ser un buen lector y escritor. Es necesario ahora hacer una introspección, una autocrítica y comenzar por cuestionarnos cuál es nuestra participación dentro de la función técnica pedagógica que realizamos. Comprender que somos producto de una historia, de una formación como lectores y escritores viciada en muchos aspectos que nos impide un desarrollo óptimo. ¿Serán estas las razones por la que no nos gusta leer y escribir? Ante esto, es necesario reflexionar críticamente acerca de nosotros: cómo nos vemos, cómo nos ven los compañeros maestros y finalmente, de qué manera impacta nuestra labor con los alumnos; pues en cualquier circunstancia, debemos siempre pensar en ellos. Leer y escribir. Dos aspectos de la lengua con los que la labor del docente está comprometida diariamente. Dos competencias que debemos desarrollar; primero en lo personal y posteriormente en la proyección hacia los demás. Dos cualidades que deben encaminarnos en un proceso de formación permanente. Pensar que nunca hemos leído todo y que muy poco es lo que hemos escrito.
CONCLUSIONES Y SUGERENCIAS Dentro del proceso educativo de la lengua, los profesores habremos de considerar varios aspectos importantes para la construcción del conocimiento en los alumnos:[9] · Educar a partir de lo que se tiene, pues cada persona aprende la lengua de diferente manera dentro de las posibilidades que su contexto le proporciona y en diferentes circunstancias. · Ser un docente flexible y tolerante que deje hablar a los alumnos; es decir, no gritar e interrumpir a los demás y respetar los turnos de diálogo. · Discutir objetivamente un tema, respetar las creencias de los niños y proponer hablar o escribir para decir algo. · Distinguir entre la descripción de un hecho y la interpretación subjetiva. En este sentido, habrá que despejar la verdad de un texto, descubrir lo explícito y lo implícito. · Es necesario fomentar los valores de la comunicación libre y responsable: objetiva, veraz, comprometida, creativa y solidaria. Para fomentar la lectura y la escritura se sugiere: · Crear alternativas de trabajo para que los alumnos aprendan a leer textos que sean atractivos, que despierten su atención permanente y conseguir que la lectura sea un acto con sentido funcional y comunicativo. · Conviene trabajar los contenidos referidos al lenguaje escrito en educación básica, a partir de textos significativos de uso social, es decir, con vigencia más allá de las paredes del aula y de la escuela.[10] · Transformar el lenguaje oral y escrito en una verdadera herramienta de integración y comunicación, que le sirva a la persona en situaciones reales. · Hacer un uso adecuado de los materiales de Rincón de Lecturas, de las Bibliotecas de aula y de Escuela. · Fomentar la realización de los Talleres de Escritores. · Conviene realizar visitas continuas a bibliotecas escolares y públicas. · Es importante socializar de manera oral y escrita las propias vivencias de los alumnos: los recuerdos, los acontecimientos personales, etc. · Al alumno le hacen falta espacios durante las clases cotidianas para tener momentos íntimos con la lectura recreativa, reflexiva y comentar en equipo las generalidades y características de los textos. · Se recomienda asumir la lectura y la escritura como una actividad agradable, disfrutada, dejando de lado los temores a ser criticados, burlados o corregidos por los demás compañeros. · Que el alumno asuma el papel de lector por gusto frente a los demás, que actúe la lectura; y que mejor si son sus propios textos. · Acercarse a la lectura en el aula, en la escuela, en la calle, en la familia, y tener una actitud cuestionante y crítica hacia los textos. · Aprender a leer para entender al mundo que nos rodea. Confrontar nuestros saberes con lo que escriben otras personas. · Habrá que generar espacios propicios para la lectura y la escritura, entenderlos como procesos permanentes y lentos. Que su fortalecimiento requiere un desarrollo continuo. · Finalmente, nos queda a los educadores el gran compromiso de desarrollar estas habilidades en el ámbito personal, con el firme propósito de “contagiar” a los demás.[11] Jerez de García Salinas, Zac., julio del 2009.
BIBLIOGRAFÍA GÓMEZ PALACIO, Margarita (2000). Iniciación al sistema de escritura, en: La adquisición de la lectura y la escritura en la escuela primaria. México: CNA, PRONAP-PRONALEES pp. 17-20 GRUPO DE LENGUAJE, (1997). Formación de maestros en lenguaje. Santa Fe de Bogotá: Giro Editores GUTIÉRREZ SANTIAGO, Eloisa y Cortés Reyes, Eusebio Andrés (1999). Espacios para acercar a los alumnos a la lectura y la escritura, en Lenguajes e Interacciones. II Encuentro Iberoamericano de Colectivos Escolares que hacen Investigación desde su Escuela. Oaxtepec: UPN. Pp. 53-59 LARA, Luis Fernando (2000). Educar la lengua, en La adquisición de la lectura y la escritura en la escuela primaria. México: CNA, PRONAP-PRONALEES, pp. 11-13 MIRET, Inés. (1993) La enseñanza de la lengua en la educación primaria, en: Signos, Teoría y Práctica de la Educación, Enero – Junio, Gijón, España. Pp. 54-61. SOLÉ, Isabel (1992-94) El placer de leer, en La adquisición de la lectura y la escritura en la escuela primaria. México: CNA, PRONAP-PRONALEES, pp. 89-95. MARUNY, LL., Ministral M., Miralles M. (1993). Por una enseñanza significativa del lenguaje escrito, en Signos, Teoría y Práctica de la Educación, Enero - Junio, Gijón, España, pp. 170-177 PALACIOS DE PIZANI, et al. (2000) Acerca de la ortografía y los signos de puntuación, en La adquisición de la lectura y la escritura en la escuela primaria. México: CNA, PRONAP-PRONALEES pp. 23-32 PLANES Y PROGRAMAS DE ESTUDIO, (1993) SEP, México SMITH, Frank (1996) Mitos sobre la Escritura, en La lectura como instrumento social y de construcción de conocimiento. Zacatecas: SEC [1] El PNL hace énfasis en que en la educación básica se debe lograr un aprendizaje significativo de la lengua y que tenga una valoración funcional para el niño en su vida cotidiana. [2] Se asigna para los grados de primero y segundo de primaria el 45 % del tiempo laborable, y para los grados de tercero hasta sexto el 30 %. [3], Eloisa Gutiérrez Santiago y Eusebio Andrés Cortés Reyes, (1999). Espacios para acercar a los alumnos a la lectura y la escritura, en Lenguajes e Interacciones. II Encuentro Iberoamericano de Colectivos Escolares que hacen Investigación desde su Escuela. Oaxtepec: UPN. Pp. 53-59 [4] Margarita Gómez Palacio (2000). Iniciación al sistema de escritura, en: La adquisición de la lectura y la escritura en la escuela primaria. México: CNA, PRONAP-PRONALEES pp. 17-20 [5] LL. Maruny, Ministral M., Miralles M. (1993). Por una enseñanza significativa del lenguaje escrito, en Signos, Teoría y Práctica de la Educación, Enero - Junio, Gijón, España, pp. 170-177Pag. 173 [6] Solé, Op. Cit. Pag. 90 [7] SEP, 1993 [8] Frank Smith, Ibidem. [9] Luis Fernando Lara. (2000) Educar la lengua, en La adquisición de la lectura y la escritura en la escuela primaria. México: CNA, PRONAP-PRONALEES [10] Maruny, et al. Op. Cit. P. 174 [11] Varias de estas sugerencias han sido sintetizadas de diversos materiales, especialmente de los que en diferentes momentos se han manejado en PRONALES y el Programa Nacional de Lectura.

LA FORMACIÓN DE PROFESORES EN SERVICIO.

ALGUNAS REFLEXIONES PARA INICIAR…
Nos mencionan varios documentos (aparte de experimentarlo en carne propia) que muchos y diferentes cambios en los aspectos sociales, científicos, culturales, económicos y políticos en nuestro contexto han influido en la vida de las personas en los últimos treinta años. Además han ocurrido avances en los medios de comunicación, la información, el uso de la tecnología y que por lo tanto el mundo contemporáneo demanda a la escuela asumir un nuevo rol para poder educar a los estudiantes del presente.[1] Nuevos aparatos, situaciones, ideas, imágenes, entre otros, que hace veinte o treinta años solo podían estar en nuestra imaginación, ahora son parte del diario acontecer de la población y los mejores receptores y aprendices son nuestros niños y jóvenes estudiantes.
La situación que guarda la escuela pública en estos momentos ante estos requerimientos que la sociedad y los tiempos actuales le plantean, nos hace pensar en una nueva función docente para brindar un mejor servicio educativo a los usuarios. Si bien la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos en su Articulo 3o. y la Ley General de Educación visualizan una educación que maximiza esa posibilidad, aún quedan rezagos que no permiten tener una educación con equidad para toda la población.
Desde estos dos documentos se plantea la posibilidad y compromiso del Estado para establecer mecanismos compensatorios para aquellos sectores desprotegidos y marginados a lo largo y ancho del país. También un replanteamiento en los contenidos que se enseñan y aprenden en la escuela, en donde ya no es suficiente el aprendizaje memorístico de conocimientos, sin la posibilidad de desarrollar habilidades para identificar, comprender y solucionar problemáticas que se le presenten al individuo en su vida cotidiana, así como la habilidad para seguir aprendiendo a lo largo de toda su existencia. El otro aspecto que se menciona es el compromiso del Estado para garantizar el ingreso y la permanencia de los estudiantes “por lo menos” en el Sistema de Educación Básica (preescolar, primaria y secundaria).
Este acontecer en el panorama educativo nacional implica tomar decisiones compartidas, pues ni es posible que las autoridades educativas asuman toda la responsabilidad, como tampoco se puede continuar culpando a la escuela y especialmente a los docentes de los fracasos existentes en el terreno educativo. Cada una de las piezas de este gran rompecabezas llamado Sistema Educativo Nacional habrá de actuar con responsabilidad como parte operante de un engranaje donde la conciencia de la importancia de su papel determine la construcción del mejoramiento educativo anhelado por todos, es decir, puede resultar utópico pensar en la mejoría, pero sí es posible si nos lo proponemos todos. La toma de decisiones improvisadas y aceleradas que generan simulación y resistencia por un lado, y las resistencias propias de quienes somos operarios sin que se nos tome en cuenta representan los grandes obstáculos para generar una educación de calidad en nuestro país.

LA ESCUELA QUE NECESITAMOS AHORA…
Ante tal estado de cosas es necesario repensar el papel de la escuela y de la docencia, contemplando primeramente que los retos que se le confieren son diferentes:
Tenemos ahora, la llegada a la escuela de alumnos con diferentes niveles de información y formación, provenientes de contextos con características y situaciones marginales desiguales.
Existen necesidades de aprendizaje variado de acuerdo a la región geográfica donde se ubique la escuela.
El maestro debe cumplir con los requerimientos que los planes y programas nacionales le exigen, pero aparte con otros aspectos que autoridades locales establecen.
Es necesario potenciar la dimensión pedagógico-didáctica como la prioridad de la escuela, más que lo administrativo, lo social o lo organizativo.
Habrá que pensar en el establecimiento de metas comunes por parte del colectivo de docentes a fin de que se comparta la tarea de enseñar y propiciar aprendizajes efectivos en los alumnos.
Se requiere tener una articulación eficiente entre la escuela, familia, sociedad, los medios de comunicación y las empresas.
Tenemos por demás una práctica docente compleja y angustiante para los profesores: entre las exigencias que el propio currículo escolar impone, las exigencias de los padres de familia y aparte el poco apoyo y orientación que se recibe de parte de directores y supervisores.
Ante este panorama que refiere estas características y otras que se pueden escapar, es necesario la construcción de una escuela que modifique su imagen, pero no solo de forma, sino de fondo, en el sentido que hay que repensar la función social que desempeña ante estos tiempos de múltiples cambios y retos. Para ello es preciso hacer las siguientes consideraciones:
Que el Estado y sociedad generen las condiciones para tener una escuela que garantice el ingreso de los estudiantes, pero que se genere y dé seguimiento al paso de los estudiantes por la educación básica.
Una escuela que propicie la menor pérdida de tiempo académico. Entre suspensiones propiciadas desde la autoridad, paros, fiestas, compromisos sociales y más, existe un derroche de tiempo donde los alumnos podrían aprender más y mejor.
Una escuela donde se opere el trabajo colectivo y se comparta una misión y visión; es decir, avanzar en la construcción del proyecto escolar a corto, mediano y largo plazo, y que tenga autonomía de gestión y toma de decisiones para re-crear contenidos curriculares adaptándolos a las necesidades contextuales que se le presentan.
Una escuela que propicie la formación y autoformación de sus integrantes donde la meta principal sea la mejora educativa de sus alumnos y no solamente la promoción personal e individualizada de cada profesor.
Estos planteamientos para lograr una escuela de calidad modifican la concepción educativa que en los últimos tiempos ha operado en nuestro país:

EL SERVICIO DE ASESORÍA
La asesoría a la escuela se ha concebido de diferentes maneras, si bien la figura del asesor es relativamente reciente (Asesor Técnico Pedagógico, Asesor Técnico Regional, Tutor Académico, Asesor Permanente en Centro de Maestros, entre otros), en tiempos anteriores no existía como tal.
La asesoría en la escuela se convierte en una posibilidad pendiente, que poco a poco vamos avanzando en ello pero aún es insuficiente; habrá que consolidar nuestra profesionalización y reconocimiento como asesores, propiciar condiciones laborares de estabilidad y ante todo que sea el desempeño y apoyo a y en la escuela lo que determine las personas que realicen esta función.
Es conveniente pensar en una innovación y actualización científica y didáctica de los docentes, pero partiendo de la necesidad de aprender. Para ello, se requiere el servicio de asesoría donde la especialización también se vaya dando en la escuela en un aprendizaje mutuo donde el impacto principal lo representen los aprendizajes de los estudiantes.
También es importante que el servicio de asesoría llegue a los lugares más apartados, pues hasta ahora se limita a las escuelas de más fácil acceso y cercanía, quedando pendiente el apoyo a centros escolares lejanos y marginados, que muchas veces es donde más se necesita.
Por otra parte, urge revisar esa polivalencia en la función de asesoría[2], pues en realidad la selección, distribución, evaluación y permanencia de los asesores es muy ambigua; en algunos casos se selecciona, pero los criterios no son precisamente académicos ni valorados por un buen desempeño de apoyo entre maestros. Mientras que hay lugares con varios asesores otros apenas cuentan con el mínimo de ellos, que se encargan más de funciones administrativas. No existe un programa de seguimiento para evaluar si la tarea de asesorar-acompañar a la escuela realmente rinde los resultados que se esperan.

El panorama que se presenta en el contexto nacional, pero particularmente en el ámbito estatal y local, plantea nuevos retos para la escuela, pero una tarea que no debe dejarse de manera individual. Hoy más que nunca el acompañamiento (llámense asesoria, tutoría guiada, mediación) con y en la escuela no representa una moda de principio de milenio. Representa una gran necesidad ante los cambios y la demanda que en el presente se le hace a la escuela pública.
Si de veras queremos avanzar en el mejoramiento educativo de este país, debemos replantear la toma de decisiones conjuntamente todos los actores a fin de que el proceso educativo incida en lograr mejores aprendizajes en los alumnos y mejores formas de enseñar por parte de los docentes. Y en esta tarea, el papel del asesor comprometido e identificado con las necesidades de los centros escolares es fundamental para lograr estos propósitos.

El papel de los supervisores y los asesores en el fortalecimiento de los procesos de enseñanza y aprendizaje de las escuelas de educación básica.
Directivos y asesores tienen gran compromiso en este proceso de formación permanente de los maestros en servicio; pues les compete consolidar los espacios de reflexión académica; así como el ir definiendo los trayectos formativos acordes a las problemáticas escolares; es su tarea el planificar eventos de actualización docente dinámicos y productivos que propicien la interacción e intercambio de experiencias exitosas, de modo que esto ayude al fortalecimiento de las habilidades del docente para la creación de mejores ambientes de aprendizaje en el aula.
La asesoría infiere compromiso, dedicación, actualización y un espíritu de colaboración con los otros; ser asesor es estar dispuesto a decir y hacer en función de los compañeros y sobre todo en lograr ambientes de trabajo donde los educandos aprendan y desarrollen al máximo su capacidad.

A MANERA DE CIERRE…

JUAN CARLOS TEDESCO PLANTEA ALGUNOS DESAFÍOS QUE PARA LA EDUCACIÓN
EN AMERICA LATINA. NOS MENCIONA QUE:

Se ha invertido más en educación.
Se han dado diferentes reformas para descentralizar la administración educativa y se han implementado sistemas de evaluación y avanzado en el otorgamiento de mayor autonomía a las escuelas públicas.
Existe ahora mayor conciencia pública sobre la prioridad de desarrollar la educación como una estrategia básica para el desarrollo nacional.
Sin embargo estos procesos aún son insuficientes ya que existe insatisfacción por los resultados de aprendizaje de los alumnos y plantea varios desafíos:
· Los alumnos llegan a la escuela con diferentes niveles de eduacabilidad, por lo que es necesario generar condiciones de equidad social para que sea posible educar con expectativas de éxito.
· Se han adoptado procesos de transformación en América Latina. Sin embargo, han sido medidas todavía de manera homogénea dirigidas a una población por demás heterogénea. El reto es implementar políticas de transformación atendiendo las necesidades de la diversidad social, económica, política y cultural, centradas ante todo en el cambio pedagógico…
· Por lo que también se requiere una formación profesional de los docentes que responda a estas necesidades. Se plantea la tarea del profesor como un “acompañante cognitivo”.
· La escuela debe posibilitar en sus estudiantes el propósito de APRENDER A APRENDER. Ello modifica la visión de transmitir conocimientos hacia la posibilidad del desarrollo de la capacidad de aprender a lo largo de toda la vida.
· Es necesaria una mayor articulación entre la escuela con la familia, los medios de comunicación y con las empresas.
· En América Latina –en la mayor parte de los países- existe una distribución inequitativa del ingreso, por lo que los resultados educativos están asociados al status social y económico y a las posibilidades de ingreso de las familias. “Los cambios institucionales o pedagógicos tienen un impacto muy poco significativo en los resultados escolares”.
· Las reformas educativas habrán de enfrentar el surgimiento de nuevos pobres: “la urbanización de la pobreza”, mayor marginación en el campo y en las zonas sub-urbanas, con un aumento en el desempleo producto del implementación de nuevas tecnologías de la producción que excluye a la población que no tiene acceso a la certificación laboral.
· Propiciar que los empresarios inviertan en educación en acciones educativas de carácter general y con efectos de largo plazo, más que pensar en el beneficio inmediato del “retorno privado y específico a sus empresas.

Como se puede apreciar, existe un enorme reto para la escuela pública en nuestro estado: las demandas a la escuela son cada vez mayores, lo que requiere una formación y preparación diferente de los docentes, acorde a estas necesidades.
El planteamiento es una formación permanente y continua en y desde la escuela, fortalecida con un servicio de asesoría comprometido con la mejora en los aprendizajes de los estudiantes, la mejora y transformación de prácticas pedagógicas acordes…
Y si queremos como las reformas actuales lo manifiestan: formar alumnos competentes; también necesitamos formarnos como docentes competentes. Pero esto no se logra por decreto, ni de un día para otro. Es necesario propiciar las condiciones desde la autoridad, bajo la conciencia explícita y manifiesta desde los colectivos escolares como una necesidad que rendirá frutos en el mejoramiento de la escuela.

Heriberto Martínez Bautista
Septiembre de 2009
[1] SAAE. Pag. 10.
[2] SAAE, pag. 11.

jueves, 21 de mayo de 2009

La aventura de ser maestro...

AUTOBIOGRAFÍA (Fragmento)

Profr. Heriberto Martínez Bautista

“Nadie nos enseña a ser profesores y tenemos que aprenderlo nosotros mismos por ensayo y error” (José M. Esteve)
¿Cómo llegué al magisterio? ¿Por qué soy maestro?
Primeramente, quiero mencionar mi origen familiar.
Originario de la comunidad de El Durazno, Jerez, Zac., soy el mayor de una familia de ocho hijos, en la que por fortuna, nuestros padres aún podemos contar con ellos, (corrección, mi padre murió el 15 de abril de 2009). Me crié entre las diferentes labores del campo: la siembra y la cosecha de maíz y frijol, el corte de durazno, el cuidado de algunas vacas y remudas que teníamos, el cuidado y alimentación de puercos y gallinas, el corte de leña para uso doméstico, etc.

Cuando egresé de la escuela Secundaria Ramón López Velarde, de la ciudad de Jerez, tenía la incertidumbre de no saber qué hacer, pues aunque tenía las ganas y la intención de continuar con una carrera universitaria (me gustaba mucho derecho y arquitectura), en mi familia no contábamos con los medios económicos para que alcanzase ese sueño. Recuerdo que dos de mis compañeros del rancho (mi primo Héctor y Pancho), me dijeron en el mes de julio que iban a hacer un viaje a San Marcos, Zac., con el hermano de este último (que era profesor), para ver si entraban en esa escuela porque allí daban becas. Yo pedí a mi madre que me consiguiera algo de dinero para acompañarlos, aunque en ese momento ni siquiera sabía qué se estudiaba en esa escuela. Para mi sorpresa, de los tres compañeros que solicitamos y presentamos el examen de admisión, sólo yo fui aceptado y ya con un poco más de información acerca de los estudios que iba a hacer y de las ventajas que encontraría estando becado me quedé en la Normal.
Llegué a ese espacio apenas habiendo cumplido los catorce años y sin haberme separado por mucho tiempo de mi familia, por lo que el proceso de adaptación fue muy difícil. Sin embargo, luego de superar “el corte de pelo”, los robos de varios objetos personales y el ingresar a un movimiento de tipo político a los quince días y quedarnos sin alimentación, superé creo yo, en gran parte ese nuevo estilo de vida y de convivencia estudiantil lejos de mi casa y de mi familia. Además la opción de regresar fracasado a mi medio donde no podía tener oportunidades me lo impedía.
Poco a poco empecé a conocer nuevos compañeros y a ingresar a las clases con el compromiso de superarme. En este espacio se crean buenos grupos y por el hecho de estar interno existe tiempo para dedicarlo a diferentes actividades formativas: comencé a hacer deporte y a juntarme con algunos compañeros que les gustaba la lectura, aunque también con otros a quienes no les interesaba mucho estudiar. Nunca fui un “matadillo”, como les decíamos a los compañeros que se la pasaban en la biblioteca estudiando; me bastaba con asistir a mis clases y tratar de convivir con mis profesores para de ahí presentar los exámenes. Afortunadamente siempre logré superarlos.

Durante mi estancia en la escuela Normal aprendí muchas cosas: primero a no ser dependiente de mi familia, a tratar de resolver diferentes problemas y tomar decisiones en forma colectiva con mis compañeros y a tener cierta autonomía. A adaptarme a la hostilidad de un medio adverso y tratar de salir adelante. A convivir con compañeros de diferentes estratos sociales (aunque la mayoría proveníamos de la clase trabajadora humilde), de diferentes edades (si bien yo ingresé apenas con catorce años había gente de hasta veinticinco años) en el primer año. Pero sobre todo, a formarme con el temple del poder ser y hacer en cualquier circunstancia lo que juzgo conveniente para el logro de propósitos tanto de tipo personal como profesional.

En el aspecto académico debo decir que afortunadamente me fue bien y que el gusto por la docencia surgió la primera vez que fui a practicar con un grupo de niños en una escuela primaria de Loreto, Zac. No se borra de mi memoria la mirada angustiada e implorante de dos niños que buscaban en sus maestros practicantes las respuestas a la singularidad de sus problemas no solo de aprendizaje, sino también de tipo existencial. En ese momento, entendí la importancia que representa la labor de ser profesor, de lo significativo que puede resultar servir como guía de alguien que apenas comienza a abrirse camino en la sinuosidad de este mundo. Entendí que había un gran compromiso; que aquello que había decidido ser y que se inició como un juego significaba algo más profundo. Así, a mis quince años me encontré en el parte aguas de elegir una carrera profesional con compromiso o permanecer en la escuela como uno más.

A mi salida de la escuela Normal hubo mucha incertidumbre:
Primeramente, separarme de los “cuates” con los que había convivido cuatro años y haber creado un equipo de camaradería y apoyo en el trabajo de prácticas, pues casi siempre salíamos juntos a las escuelas. Compartimos el mismo dormitorio y fuimos compañeros de diferentes aventuras. Incluso, nuestros padres llegaron a conocernos, pues en diferentes ocasiones visitamos las casas de cada uno.
Posteriormente me cuestionaba ¿Dónde me tocará iniciar mi carrera como profesor? Pues aunque habíamos sido “formados” con la imagen redentora del profesor idealista dispuesto a ir a cualquier sitio o comunidad por alejada que ésta fuera, siempre me causaba algunas dudas.
Recuerdo que se nos convocó por parte de la Secretaría de Educación Pública a unos talleres de inicio en la profesión, estos se realizaron en la escuela normal Manuel Ávila Camacho, en la ciudad de Zacatecas. Allí nos reunieron a los nuevos profesores de las cuatro escuelas normales que recién íbamos a iniciar nuestro servicio. El último día nos entregaron nuestras órdenes de comisión.
A mí me tocó en la zona 89 de Valparaíso y recuerdo cómo fue que se me asignó la comunidad y escuela donde comencé: Viajé con otros compañeros que también les tocó en ese municipio, pero al llegar a la cabecera nos separamos, pues a cada quien le correspondieron zonas escolares diferentes. Luego de preguntar por la que a mí me correspondía (la zona 89), comencé a caminar por diferentes calles de la localidad y ya para llegar, recuerdo que delante de mi iban otras tres personas, con sus respectivos maletines y mochilas (algo muy característico que luego me di cuenta que distinguía a los profesores de aquella región). En seguida llegamos con el profesor Manuel Cabral Arévalo, quien era el supervisor de la zona, y él tomó el siguiente criterio para la asignación de lugares: El que entró en primer lugar le va a tocar un lugar en La Victorina, el segundo y tercer lugar se van a ir a San Diego y el que llegó al último le corresponde La Torrecilla y va a ser unitario. Este era mi caso, pues había sido el que entré en cuarto lugar en la oficina y por ese mérito me tocó la última comunidad de la zona escolar.
Después de un rato de charla, en la que se nos hicieron todo tipo de recomendaciones y advertencias por parte del supervisor y de su secretario el Profr. Pedro Cosío, recibimos nuestras órdenes de comisión para presentarnos en las respectivas comunidades. Era ya parte de la tarde y se nos advirtió que pronto pasaría un autobús para Huejuquilla el Alto, Jalisco y se nos recomendó pasar la noche en ese lugar, para otro día poder llegar a nuestras comunidades.
Una vez puesto de acuerdo con los ahora nuevos compañeros, iniciamos nuestra odisea hacia aquel poblado establecido a unos 55 kilómetros de Valparaíso, de los cuales solamente unos 15 eran de carretera pavimentada y el resto por una terracería espantosa, que a finales de la temporada de lluvias se encontraba en una condiciones deplorables que solamente permitían avanzar al camión a vuelta de rueda.
Luego de algunas horas y ya entrada la noche, llegamos a la plaza principal de Huejuquilla. Descendimos y lo primero que hicimos fue preguntar por un hotel. Nos dijeron que solamente había uno y luego de establecernos y salir un poco rato para cenar, esa noche fuimos víctimas de los bichos que nuestros incómodos colchones tenían como habitantes, que al sentirse invadidos aprovecharon para saciar su apetito (nos desangraron las chinches).
A la mañana siguiente, luego de una noche bastante incómoda, salimos a desayunar algo y a las ocho aproximadamente tomamos un taxi para que nos encaminara a nuestras comunidades. Logró avanzar en forma extenuosa unos 20 kilómetros hasta que encontramos un río, el cual llevaba un caudal abundante de agua que hacía imposible que aquel pequeño automóvil pudiese cruzarlo.
Alternativa: quitarnos la ropa para cruzar y posteriormente continuar nuestro camino a pie. Eso fue lo que hicimos. Continuamos a pie por un buen rato (entre una y dos horas). Recuerdo que tomábamos el agua cristalina de los charcos que encontramos a la orilla de la carretera, pues la noche anterior había llovido. A pesar de todo continuamos, aunque yo escuchaba ya algunos comentarios de mis compañeros con el desánimo y las ganas de mejor regresarse. Los otros tres compañeros habían egresado de la escuela urbana de la capital de Zacatecas.

Por fin llegamos a La Victorina, donde nos recibió el Profr. Alfonso, quien había egresado de San Marcos el año anterior y luego de saludarlo y brindarnos algo de comer y agua, le presentamos a quien a partir de la fecha sería su compañero. El primer profesor se quedó ahí, aunque después me di cuenta que solo había estado esa noche en la comunidad y otro días se regresó a su casa, para no presentarse nunca más por aquellos parajes.
Nosotros, sin embargo, continuamos con nuestro andar (hasta nos detuvimos a comer algunas pitayas), y ya más avanzado el camino nos alcanzó una camioneta que llevaba varios comestibles a vender hasta La Torrecilla, pues según me dijo el señor había un coleadero (rodeo como se le dice en aquella región) en aquella comunidad y pensaba poner su puesto de tortas y cerveza.


La escuela unitaria... Un gran reto. Sin duda, el mayor temor en mí fue enfrentarme a la escuela unitaria; a un grupo de 53 niños de primero a sexto grado y de diferentes edades, (desde los 5 hasta los 17 años).
Aquí se derrumbó lo que aprendí en la escuela Normal, las técnicas, la teoría, etc., aquí pasó a segundo término pues había que enfrentar a un enorme grupo plagado de diversidad en intereses, diferentes niveles de desarrollo físico, psicológico y cognitivo, pero tenían algo en común: todos querían estar en la escuela… ese era mi gran reto. Había que pensar en cómo atender esa diversidad, cómo planear mis clases, cómo organizar a los alumnos, cómo organizar los tiempos, y cómo evaluar… Cometí muchos errores, pero como dice Esteve, poco a poco fui aprendiendo primero a vencer mi propia incertidumbre, a organizarme de mejor forma y aprovechar el apoyo que los estudiantes más avanzados me podían dar para atender a los pequeños…
Aprendí muchas cosas con esos niños, y con la gente de la comunidad, pues en esa época permanecía hasta tres semanas o un mes en la comunidad –el acceso era bastante difícil- y así paulatinamente como profesor me voy haciendo en el intercambio con los demás, con los estudiantes, y trato de mantenerme abierto siempre a aprender junto y de ellos, pues estoy convencido de seguir siendo aprendiz de profesor.

Continúa...


Ahora, he vivido la oportunidad de colaborar en la educación superior, y también es un aprendizaje continuo a través de las experiencias de los profesores, que es donde me desenvuelvo actualmente: ¿Cómo viven día a día su experiencia en la escuela? ¿Qué problemas se presentan con mayor frecuencia y la forma de resolverlos? ¿Cómo planean, cómo trabajan sus clases, cómo evalúan?
En verdad que para mí todo esto es muy enriquecedor, porque aprendo de todos.

Ha sido una profesión que me gusta. Que en el transcurso del tiempo he aprendido a querer y asumir con compromiso, cometiendo aciertos y equivocaciones y principalmente en estas últimas, tratando de enmendar para no volver a cometerlas…

Sigo aprendiendo… ahora en esta especialización en línea, en la Maestría en Educación con campo Formación Docente y en la Maestría en Educación Básica y de compañeros tan especiales como ustedes…

Hasta pronto.

Heriberto Martínez Bautista

Podemos transformar nuestra práctica docente?

Con la implementación de las Reformas en la Educación Básica y en la Educación Media Superior se plantea el propósito de mejorar la calidad del servicio educativo en estos niveles. Ello implica una búsqueda constante para lograr mejores aprendizajes en nuestros estudiantes y en consecuencia una transformación en nuestras formas de hacer y ser docentes, situación que nos lleva a modificar algunas prácticas que no han sido efectivas en la enseñanza.

Transformar pues, significa transformarse.

Estar dentro, para sentir la necesidad de mejora a partir de la colectividad, a partir de las necesidades que en cada contexto educativo se presenten a fin de lograr mejores aprendizajes en nuestros estudiantes.

No basta la buena intención de una Reforma Educativa si los profesores no compartimos esa necesidad de mejorar. Implica el compromiso permanente de la búsqueda de la mejora académica, de revisar de forma individual y colectiva lo que funciona y lo que no en nuestras prácticas. Y ante todo, tener disposición para aventurarnos en la búsqueda de cosas nuevas.

Comparto un pequeño párrafo del maestro Paulo Freire.

"No nací para ser un profesor así. Me fui haciendo de esta manera en el cuerpo de las tramas, en la reflexión sobre la acción, en la observación atenta de otras prácticas o de la práctica de otros sujetos, en la lectura persistente de textos teóricos, no importa si estaba o no de acuerdo con ellos. Es imposible practicar el estar siendo de ese modo sin una apertura a los diferentes y a las diferencias, con quienes y con los cuales siempre es probable que aprendamos"

Heriberto

martes, 7 de abril de 2009

Los foros

Los foros en una modalidad de formación a distancia representan tal vez el espacio más importante para el intercambio y el debate académico. En ellos, los participantes vierten sus ideas, sus experiencias y sobre todo la vinculación que se hace con otras aportaciones teóricas que también se facilitan a los estudiantes.
La interacción entre los usuarios es muy importante y si es bajo la mediación oportuna y pertinente del tutor, mayor aún. Las participaciones deben ser concisas y abonando al tema de discusión, que propicien el debate y que no resulten repetitivas.
El tutor puede participar dando rumbo y mediación al trabajo en los foros, invitando a veces, motivando en otras y ubicando las participaciones. Es muy importante responder a dudas y comentarios de los estudiantes.
El uso de diferentes medios tecnológicos es importante para el intercambio de la comunicación. En los documentos que hemos analizado en estos días del seminario, me clarifica algunas dudas sobre los compromisos adquiridos como tutor y como estudiante; es decir, existe una reciprocidad en coparticipación, y el espacio del foro tiene fines académicos muy precisos.
Feliz día. Hasta pronto.
Heriberto.